sábado, 29 de julio de 2017

Ansiedad de deseo, jazz de mueble quieto,  esfinge y oráculo griego, jazz de sombra luminosa y ojos en sordina, it's time, tiempo y arabesco, montaña sagrada de la síncopa y el susurro ansioso de la noche llena de humo, llena de noche, llena de jazz. Hermosa sensación la de descubrir algo nuevo que lo fue hace décadas. Jackie Mclean me llegó desde mi ignorancia como una de esas casualidades milagrosas. El jazz tiene eso, uno cree que conoce, que Hubbard, que Miles, que Tyner, que Evans o Monk, que Lovano o Corea o Lee Morgan, que Jarret, que... tantos, y entonces, en medio de un julio cualquiera aparece Jackie Mclean, It's time, y la estanteria mental de nombres se reacomoda, hace lugar para uno más. El disco me pone de pie, me hace salir de donde estoy para caminar y mirar. El arte de tapa no podría ser más acorde, una exclamación repetitiva, como si desde la imagen el disco gritara jazz jazz jazz jazz! y le resultara imposible callarse. Jackie Mclean, It's time, año 1964. 

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