martes, 20 de junio de 2017


LA LA LAND, o el derrotero de un film anacrónico
Por Nicolás Reffray


Hay en el modo de abordar un film como La la land algo de nostalgia, una crispación y a la vez un relajarse en pos de la buena representación y la forma clásica del musical made in Hollywood, esas cosas que exceden lo estrictamente comercial y que tienen que ver sobre todo con la cuestión emotiva, con la capacidad del film para provocar en el espectador una fuerte empatía. Si bien no todo espectador moderno tiene un recorrido previo en el género, ver hoy un film como La la land es remitirse a otro tiempo, a otro espacio, y a su vez a otros films. Es justamente ese espacio otro, el universo del cine en tanto fábrica de otros mundos, los estudios y su pluralidad de escenas dentro de la escena, lo que permite tender un puente hasta films como Singin' in the rain, An American in Paris o The Band Wagon. Y es que si los personajes de Emma Stone y Ryan Gosling nos evocan a Gene Kelly y Leslie Caron (quizás no en la destreza para el baile pero sí en la intención) es porque sencillamente hay un homenaje a todas luces explícito, un guiño y un dialogo, diálogo con el género y más aún con el cine clásico de Hollywood como categoría más amplia. Las citas a Casablanca, Rebel without a cause o a los films de Minelli hablan de una intención de rendir homenaje pero también de rescatar un tipo de cine que hoy en día ya no se realiza, o al menos no masivamente. La excepción francesa es Christophe Honoré, quien viene rindiéndole culto al género (Les chançons d'amour; Les bien aimées), escapándole a la comedia de tinte feliz norteamericana y con miras a lo nacional (su norte no es Hollywood, sino el genial Jacques Démy). 
Con La la land somos parte de una (re)construcción, de un dejà vu polifónico (re)creado a partir de un piano. El film brilla con luz propia, con la gracia de lo delicado y lo efímero, a caballo entre la cita homenaje y lo original, se mueve con soltura en un terreno por fuera del tiempo, en donde el jazz ocupa un lugar central, no sólo como el género que inunda la banda de sonido y se cuela en la trama, sino también como organizador de la estructura narrativa. La narración avanza en forma sincopada desnudando aspectos de lo estrictamente personal, ahí donde la pareja comienza a tejer y entretejer tramados, se desdobla en atajos y senderos alternativos al sueño de cada uno para acabar confundiendo los tantos. ¿Perseguir un sueño es sinónimo de inmadurez? Está claro que a veces uno tiene que hacer ciertas concesiones, bordear el sueño quizás para luego acercarse desde otro lugar, pero nunca debe perderse el norte. Mia y Sebastian se recuerdan constantemente cual es el sueño del otro y mientras tanto descuidan o postergan el propio.
Hay en La la land un doble juego entre director y compositor. Damien Chazelle y Justin Hurwitz dan forma a una estructura de relojería, exacta, pura, en donde se permiten el juego con los colores, los planos, las formas, el derrotero romántico clásico, pero sin caer en el cliché, la historia avanza y deviene en otra cosa, coquetea con lo amoroso, pero no se queda ahí. Los personajes se entrelazan para luego soltarse, se enriquecen mutuamente, siempre en ritmo de bop, de swing, de vals, y siempre en medio de las ensoñaciones propias del género. Realizado en contrapunto, se tiene la sensación de que el film comenta la música a la vez que esta da forma a aquel, y en este ir y venir en donde el origen se nos pierde, en esta loa al jazz teñida de historia de amor, Hurwitz alcanza niveles dignos de Michel Legrand y se despacha con una banda de sonido memorable, poderosa y virulenta. Tomando prestadas las palabras del personaje de Sebastian, si el jazz surge de una necesidad imperiosa y visceral de comunicarse ahí cuando las palabras no sirven, me arriesgo a suponer que el film musical como lo conocemos surge también de una necesidad, la de expresar aquello que la narración más lineal y respetuosa de lo real no consigue. El musical con su realidad aparte consigue interpretar así el mundo interno de los personajes, los matices de lo íntimo, a la vez que libera en cierto punto al espectador, enfrentándolo a lo inesperado. Lo libera en tanto y en cuanto deja de tener el control cuando menos parcial de lo que ocurre en la pantalla. En el musical las expectativas generadas no siempre se cumplen, y lo onírico, la fantasía, tiene un lugar de peso. Creo que es eso al fin de cuentas lo que genera tanto amor o tanto rechazo en el espectador de musicales, esa suerte de realidad aparte, esa forma imperfecta en tanto que no es conclusiva en lo que se narra, el límite difuso entre una ilusión de realidad calcada de la vida por fuera de la pantalla y lo mágico. Para ser espectador de musicales es necesario relajarse y dejar de tener el control de las situaciones en la pantalla, dejar de esperar explicaciones que no existen o que en todo caso sólo pueden buscarse en uno mismo, es por eso que ver hoy un film como La la land no es del todo inocente. 
Como alguien que aprendió a relajarse, apreciar y disfrutar del género, puedo decir que si bien lo anacrónico aquí no es más que un recurso, un guiño, una forma de representar, resulta esperanzador encontrar que todavía es posible filmar este tipo de cine, que todavía es posible soñar frente a la pantalla, y que, al final de cuentas, es necesario a veces mirar hacia atrás, saber de donde se viene, para poder seguir avanzando.

miércoles, 14 de junio de 2017

D.A.R. (Delayed Album Review) Friendly Fire


Living is easy with eyes closed... Well, in this opportunity if I close my eyes I´ll end up a little confused, and that´s because Sean sings just like John, like a double trick or an amazing deconstruction of time gently builded for my ears. It has to be weird wear the last name Lennon and be an artist, I mean, you will always be compared with your old man, and even if that´s flattering because he was... well, Lennon, it has to be at least complicated. I listen to this Friendly Fire

and I feel soaked in Lennon spirit, with a bunch of really great melodies, a lovely voice and very beautiful arrangements, Sean just have found the way to make me smile each time I press play and go out for a walk.

sábado, 10 de junio de 2017



La calma del desamor: Gertrud, de Carl Theodor Dreyer

Por Nicolás Ezequiel Reffray


Como forma de exorcizar demonios, al fondo de cada espanto descansa una quietud, un informe desencanto por lo perdido: el amor, esa sortija inalcanzable.
Son las formas desprovistas de todo ritmo frenético, de toda exacerbación pomposa, es el intento de amar y ser amada como si en eso recayera todo el sentido del mundo. La mujer se recuesta, producto de un dolor de cabeza, detrás de ella un cuadro ocupa el resto de la escena: los perros rodean el cuerpo desnudo de otra mujer que, como ella, rehuye el vacío y la oscuridad. El hombre se acerca, le ofrece un analgésico, conversa con ella. Los une una amistad de años, un saberse íntimos. Es quizás el único amor verdadero en su vida, el único hombre que ha conseguido permanecer a su lado a través de los años, en esa calma aparente en la que se encuentra inmersa. Las palabras son apenas un juego del tiempo, no ofrecen consuelo, sólo postergan la muerte, las palabras no dicen ni logran conmover la estructura de los sentimientos. La pesadez de ese cuerpo rendido por los años, que eclosiona ante el poema, ante la ausencia de amor y los meandros de un destino de soledad, reverbera en una calma angustiosa, en un gesto funesto en donde al desamor no se lo mira a los ojos, en donde las manos sostienen un corazón desangelado, endurecido: el corazón petreo de Gertrud.
Amar es, sin lugar a dudas, el fin último en su vida, amar y ser amada, encontrar eso que le otorgue sentido a todo el resto, un amor total que se eleve por sobre todo y todos. Gertrud ama una y otra vez, y su amor no es correspondido más que efímeramente, se deja llevar por senderos claros, se hace permeable a las formas del engaño, se muestra desnuda a los ojos amantes para acabar abandonándolo todo, y no es la forma ni el lugar común de un matrimonio ya desgastado por el paso de los años, no es la aventura amorosa que se evanesce en la nada, ni la certidumbre de un cambio, en absoluto, es más bien otra cosa, un reflejo perfectamente encuadrado, una perpendicularidad de los rostros que, así entrecruzados, le hablan a un fantasma, a una sombra, a lo que ya no es. Dreyer compone una sinfonía amusical, un estrépito silencioso, valga el oximoron. Los tiempos en la pantalla parecen detenerse para que la cámara se meta en los intersticios de ese corazón deseoso, y, acompasando el ritmo casi imperceptible, los diálogos entretejen un tramado profundamente codificado que subvierte toda posibilidad de happy end a la usanza hollywoodense. Gertrud sufre, los brillos a su alrededor se debilitan y caen en una opacidad blanquinegra, dejando tras de sí una imagen depurada de todo, austera, melancólica, en donde su ideal del amor total acaba cediendo ante la soledad. Inmersa en un entorno frio, de protocolos mesurados y ropa de etiqueta, Gertrud ama, es tal vez la única persona verdaderamente sincera y consecuente  con lo que siente en ese universo opaco de quietud que plantea Dreyer.
Se diría que hay en Gertrud una búsqueda infinita que excede el plano amoroso, una búsqueda de sí misma en medio de esa decepción constante por el amor que no acaba de ser en sus propios términos. Pero ¿qué sabe el amor de parámetros, de casillas, de lugares estancos? ¿Qué sabe de embustes de palabras, categorías cerradas o términos exactos? No hay amor en instancias perfectas, hay amor (cuando lo hay), y eso debería bastar. Gertrud ama o cree que ama. A esta altura creo que la Gertrud de Dreyer es incapaz de amar, y por ende, incapaz de ser amada, y eso es tan sólo porque no sabe de qué se trata el amor, lo enarbola, y acaba por teorizarlo. Amar es dejar de controlar un poco para dejarse arrastrar por lo inconmensurable. Con qué puedo retenerte, dice Borges, de eso se trata, Gertrud busca retener y en ese afán de poseer pierde el hilo del sentir.

jueves, 8 de junio de 2017

El Aprendiz: entre el ser y la nada. 
Por Nicolás Reffray


Existir, ocupar un lugar en el espacio, devorar la calma de lo que aparenta ser eterno más allá de lo opresivo del tiempo y la rutina. Son formas que se metamorfosean en lo oscuro, sombras en tensión, personajes que destejen una calma de pueblo, una maquinaria insomne, de muerte en vida, para aferrarse a los despojos de su propia existencia.

Vida de pueblo

Una ópera prima es siempre una puerta que se abre a algo nuevo, un aire fresco que viene a ventilar lo anterior esclerosado, por demás conocido, para ofrecernos nuevas y originales formas de ver lo que creíamos ya visto, lo que pensábamos agotado. En el caso que aquí nos ocupa, la frase "pueblo chico infierno grande" me viene a la cabeza. Vivir en un pueblo de provincia es algo que nunca experimenté, soy lo que se dice un bicho de ciudad, sin embargo uno se va construyendo cierto imaginario gracias a la literatura y el cine. Gracias a Forn, a Saer, a Lucrecia Martel, uno puede pensar en una realidad de rutinas calcadas, de espacios vacíos y abandono crónico, una realidad absurda y deficiente en donde el sentido de las cosas no se evidencia a simple vista, porque sencillamente no se encuentra ahí, está ausente.
Primer largometraje de ficción del realizador Tomás de Leone, El Aprendiz se desdobla en postales de un universo breve, una vida que brega por ser en medio de tanta nada. Pablo es cocinero, trabaja como aprendiz en una cocina, su sueño es tener su propio restaurant para no tener que rendirle cuentas a nadie, lo mueve la urgencia de lo otro, la necesidad imperiosa de un cambio (sea el que sea) para contrarrestar tanta pasividad. Un cambio, un progreso, un aprendizaje, Pablo se debate entre la acción y la inacción, entre romper con esa inercia y hacer algo diferente o rendirse a lo esperable, dejar que el letargo del pueblo lo gane. Así su vínculo en menos con ese grupo patético con el que pasa sus horas por fuera de la cocina, siempre entre el temor y la extrañeza; así la relación con sus padres, ambas dos tan disímiles como complejas. Pablo se debate constantemente.
Hay a lo largo del film una cierta libertad en el modo de filmar, una soltura que se ve reflejada en los tiempos, en la belleza de lo simple del argumento, en sus dialogos breves, todo esto reforzado por una banda de sonido tan despojada como precisa, consecuente con la imagen, que remite a paisajes desérticos, atemporales, a no-lugares, como en las road movies de Wenders. De Leone cincela una obra absolutamente nueva, una instantánea de tintes melancólicos con una inquietante cuota de distorsión, la cual revela a modo de un oráculo funesto, la otra cara del hastío y la mediocridad.

martes, 6 de junio de 2017

D.A.R. (Delayed Album Review)

New York City, year 1997. 
I listened this album (strictly I listened only the first cd) a couple of years ago and each time I play it again it makes me feel part of something. I was born in 1981, so the 90's were my home, I mean I was a teenager madly in love with grunge movement, Kurt Cobain's sweaters, in love with great bands like Blind Melon, Stone Temple Pilots or Smashing Pumpkins, and of course with the Unplugged series by MTV. I remember me finding out the amazing world of possibilities in those acoustic versions, the clear sound of that naked wood and the strings, the lack of artificial effects. That was pure, that was like coming back to roots. Twenty years after those two shows in NYC, this double album by Counting Crows still sounds to me like that, something new, something fresh, it still sounds... I don't know, honest, and it makes me feel I was part of those golden years, our golden years... I'm talking about my generation.
I guess there's something unique there, specially in the first cd, the whole aura of the acoustic well balanced with the electric and the brasses in a magical song like Chelsea, just because of that I adore this album, it belongs to some other universe.
D.A.R. (delayed album review)




An album to listen with the eyes, to feel with the whole anarchy of our soul, with the chaos of the overdrive scratching the ears, sending signals to some part of us in the middle of the night, and the calm of a blanket keeping us cozies. This album by Mogwai is like the photograph of the cover, music to listen while you stare at a lonely city through the window, but far from a melancholic mood, the music leads you to some strange level where it seems impossible not to listen the entire atmosphere of this inmortal hardcore.
D.A.R. (Delayed Album Review)

This album by Keaton Henson is like a chain of thoughts, I feel I wanna drive away in my car and let behind the noises, the city, the crowds, and fill my eyes with green and roads, beyond horizons. His voice is there, in each instrumental song, behind a curtain, whispering lonesome words, romantic words, colorfull words, the poetry of all times.
D.A.R. (Delayed Album Review)



With a bunch of excellent tunes, this 2003´s greatest hits makes me smile each time I press play.
Surrounded by low tones and the overdrive roaring in textures and colors, with the beautiful poetry of Scott Weiland´s lost voice in the middle, these songs make you move your head, shake your thoughts, climb up a wall, shoot the sheriff, take the money and run... etc.
I could add a couple of extra songs, like And So I Know or Art School Girl, but, well, life´s unfair sometimes.
La poesía nunca estuvo en venta.

Leonard Cohen se va y mi sensación es que este mundo se pone un poco más opaco. Es lo que pasa siempre con la muerte de un poeta, el mundo se congela un poco, se vuelve más hermético, pierde brillo y nos va ganando el plástico.
Pienso en la época en donde no existían las grabaciones, en donde escuchar a alguien cantar requería necesariamente de la presencia de ese alguien, vivo, dispuesto y ahí. Uno después podía, claro, reconstruir en su cabeza la melodía o evocar el timbre de voz, pero no había otro acceso posible a la voz. Faltaba lo otro, lo invisible, lo acusmático... Gracias por lo acusmático, gracias por ese puente por sobre el silencio y el olvido, artilugio mágico parido del siglo xx.
Ahora, mientras transcurro este primer día sin Cohen en el mundo y puedo dar play las veces que quiera, y escuchar su voz -grave como el fondo de todos los misterios- hay algo en mí que se conmueve hasta quebrarse, porque sé que es eso y sólo eso, que no hay más, ni libros ni poesía ni canciones, que el poeta ya no existe para seguir creando.
Tengo un librito de tapas duras con sus poesías y canciones, y eso -lo tangible que nos queda- es a lo mejor una súplica o un acuerdo con el olvido, una forma de lidiar con el vacío y la ausencia. "El recuerdo dura mientras estés vivo", volví a escuchar esa frase hace poco, y ahora pienso en Cohen, en Spinetta, en Bowie, en Lou Reed... No hay espejos para el poema, no hay habitaciones de hotel ni milagros que se puedan esperar, y es que la poesía nunca estuvo en venta, siempre fue un poco el copo de nieve o la hoja seca que el viento mueve a su antojo. 
I really need to go out... Black and white is turning into steam, into smoke, holding the tears, reaching the sounds, handling the notes between calm and thunder. Miles Davis is a stain back there, scratching the space with his horn, climbing the mount Olympus of jazz, of music, giving the focus to John Coltrane, who´s listening to him over his silent, lying instrument.

Sometimes I wonder if in the moment these kind of photographs were taken they already knew that they were gods.

Delayed Album Review...

Among basements and skyscrapers, with a deep perspective of what jazz can be and reach, the 1985´s album Black codes from the underground by Wynton Marsalis sounds like NYC. Is the poetry of the streets, the basements, the clubs, the atmosphere of an endless city becoming jazz, floating like snowflakes in the air.
The first song opens not only the album but the doors to those black codes, to the magical experience of... post-bop? neo-bop? amazing-bop? city-bop? Honestly, I don´t know how to call this music. Perhaps is time to call it just like that: Music, with a capital M, because otherwise we could end up lost in variations of the same thing. Or perhaps you can´t name it at all, I don´t know... I only know that this album sounds like a whole city.

Enjoy it!

Everyday robots


Desde un futuro-ya, Damon Albarn y su disco: "Everyday Robots"

Las melodías se quedan en los oídos con su sonido de collage melancólico, como un paseo sin tiempo por una ciudad que aún no conocemos, y desde una distancia íntima reaparece, una vez más, lo simple, delicado y preciso de la voz de Albarn, ese toque humano en medio de la sinergia futurista de botones, bases electrónicas, ceros y unos, todo reunido con el buen gusto que lo caracteriza. 


El video de "Lonely Press Play" es una delicia visual.